San Vicente de la Barquera - Sebrayu.

Salimos temprano del albergue y en parte gracias a que como bien he dicho en la etapa anterior, hemos podido desayunar en el mismo albergue, la verdad así da gusto. Nos hemos levantado sobre las 6:30, y ya estaban preparadas las tostadas de pan, con el café caliente y toda una fuente de fruta, una MARAVILLA DE ALBERGUE.

Nos dirigimos a Unquera, la mayor parte del tiempo por la carretera general, y una vez atravesado el pueblo, entramos en Asturias al cruzar el río Deva.

Empieza lo bueno, fortísimo ascenso por la cuesta del Canto, hasta llegar a Colombres, menos mal que al final decidimos quedarnos en San Vicente, de no haber sido así, no sé si hubiéramos llegado bien al albergue de Colombres, jajaja.

Atravesamos la localidad y descendemos a la nacional 634. Desde aquí hasta Pendueles las señales jacobeas nos indican los caminos alternativos para evitar la carretera nacional.

Desde esta localidad, la señalización jacobea continúa haciendo lo mismo hasta Llanes, aunque también se nos ofrece la opción de coger el camino E9 a Llanes (cosa que hacemos y que recomendamos vivamente), es más largo, pero mucho más relajado al evitar en todo momento la carretera, nosotros así lo hacemos y de pronto nos encontramos con un paisaje arrebatador y de película, con puente de madera incluido, que cruzaba el Río Purón.

Unos Km antes de entrar en Llanes, en Cué, aprovechamos para reponer fuerzas con un APOTEOSICO almuerzo a base de huevos con zorza y patatas fritas.

Finalmente llegamos a llanes, parecía que nunca llegaría, al ir por la ruta E9 creo que hicimos casi el doble de Km, pero merece la pena.

Continuamos hacia Villanueva de Pría y a mano izquierda surge un tramo herboso, que sube, y sube y sube campo a través…, hasta la iglesia de San Pedro, reconocible por su torre – campanario. Para llegar nos encontramos con una sorpresa, un cierre electrificado, que quitamos con mucho cuidado, (patada de karate de Manu). Jejeje.

El camino jacobeo nos regala un trazado genuinamente costero y perfectamente ciclable. Con pesar por no poder darnos un chapuzón en la playa de San Antolín, nos retiramos del mar y siempre por carretera encontramos, no sin mucha dificultad, Sebrayu.

Al llegar al albergue, sorpresa… no hay sitio, todo petao de Guiris, hablamos con la hospitalera y esta nos da una sorpresa: “no preocuparse, tengo arriba unos colchones y podéis quedaros”. NOS ABRE LA PLANTA DE ARRIBA EXCLUSIVAMENTE PARA NOSOTROS. Y cada uno en su habitación.

Los “guiris” están flipaos, y cuando llega la furgoneta cargada con el pedido que hicimos por teléfono para cenar, ya era el flipe total. Aparece el tío gritando: “LOS POLLOS DE LOS CICLISTASSSS”, y con una caja llena de comida, pollos asados, y botellas de rica sidriña, jajaja.

Eso si nos la metió doblada con el arroz con leche, nos vendió 4 tarros caducados y los otros cuatro empezamos a comerlos para desayunar pero ante la desconfianza que nos daba preferimos no comerlos por si acaso. LA PEOR EXPERIENCIA DEL CAMINO.